viernes, 16 de marzo de 2012

FRANK ZAPPA: UNA REPENTINA SENSACIÓN

En revista La Mano, había una sección a mi cargo que se volvió mensual: ¿Cómo se hizo?, donde contábamos cómo se realizó la composición de un tema famoso o el proceso que desembocó en un álbum clásico. Hoy rescaté para Mundorosso la nota que le dedicamos a un gran álbum de Frank Zappa y The Mothers: "Overnite Sensation", editado en 1973.

Portada de "Overnite Sensation"

 
The Mothers

“Overnite Sensation”

En sus tres décadas de carrera musical, Frank Zappa encabezó varias formaciones extraordinarias y entre ellas tiene un sitial muy alto la alineación que dio forma a sus Mothers de 1973  para la grabación de un extraordinario álbum llamado Overnite Sensation. Tenía una sección rítmica funky con Ralph Humphrey en batería y Tom Fowler en bajo más la experiencia de dos avezados músicos provenientes del mundo del jazz, el tecladista George Duke y el violinista Jean-Luc Ponty. A ellos se sumaban dos virtuosos de los instrumentos de viento: el trombonista Bruce Fowler y el trompetista Sal Marquez y como si fuera poco también estaba en el barco de las Mothers el talentoso matrimonio de Ian y Ruth Underwood, expertos en varios instrumentos. ¡Ah!, y por supuesto, el gran Frank en guitarra, voz y composición. 

Frank Zappa

El repertorio de Overnite Sensation era también el más pegadizo y políticamente incorrecto que Zappa hubiese compuesto desde los comienzos de las Mothers of Invention.
“Camarillo brillo” era una sátira a una chica hippie que está un poquito chiflada, como Zappa da a entender en el título, ya que en Camarillo existe una conocida clínica para enfermos mentales. El tema “I’m the slime”, por su parte, destripaba a la televisión, llamándola “la herramienta del gobierno y de la industria / destinada darte órdenes y a controlarte”. “Y vas a hacer lo que se te diga” –advertía Zappa, transformado en siniestro locutor televisivo, “hasta que los derechos sobre vos hayan sido vendidos. No salgas a buscar ayuda: nadie te va a llevar el apunte.”
En Overnite Sensation no faltaban las canciones meramente lascivas, como “Dirty love”, con letra filosa, buen ritmo y un gran solo de Zappa.  La canción de mayor contenido erótico, sin embargo, era “Dinah Moe Humm” donde –en un marco que bordea el soul y el funk, con un pionero uso de la voz en un estilo cuasi hip-hop-  una chica le dice al protagonista que todos los hombres son una basura y le apuesta cuarenta dólares a que no la hace llegar al orgasmo. Después de varios, infructuosos intentos que la canción se ocupa de detallar, el hombre transfiere sus esfuerzos amatorios a la hermana de la desafiante (que actuaba de testigo en esta singular prueba amatoria), y es así como gana la apuesta, porque la desafiante al ver esa escena que protagoniza su hermana, llega finalmente al climax.
Otros grandes momentos de Overnite Sensation eran “Fifty fifty”, con una delirante parte vocal a cargo de Ricky Lancelotti y los no menos esotéricos coros de “Zombie woof”, tema que habla de un marginal que vive al límite y está orgulloso de ello, y que originalmente habría el lado dos en la versión de vinilo.
“Montana” fue escrito cuando Zappa vio una cajita de hilo dental en el botiquín de su baño y decidió que tenía que escribir canciones que fuesen “más específicas”. Así diseñó un tema sobre un aspirante a cowboy que quiere mudarse al remoto estado de Montana para cultivar “dental floss”, o sea la fibra del hilo dental.
Para la tapa, Zappa volvió a emplear al artista David B. McMacken, quien ya había diseñado tanto el poster como la tapa de la obra 200 Motels. El caótico dibujo de portada fue realizado de acuerdo a las especificaciones de Frank y tiene que ver con diversas situaciones por las que los músicos, plomos y manager atravesaron durante la convivencia “en el camino”.
Overnite Sensation se editó en junio de 1973 en el sello Discreet, co-propiedad de Zappa, y –además de ser un gran logro artístico- no le fue nada mal en el aspecto comercial: entró en seguida en el chart de álbumes de USA y se quedó allí cerca de un año, trepando hasta el puesto treinta y dos; el mejor desempeño de Zappa en términos de ventas hasta ese momento.

jueves, 15 de marzo de 2012

DE LA CUEVA AL PARAKULTURAL

Hace algunos años, TodaVía, la revista de OSDE, me pidió un artículo que vinculase dos décadas de gran efervescencia para el rock nacional, como fueron los '60 y los '80. Aproveché la ocasión para incluir, junto a los hechos históricos, algunas reflexiones personales de lo que representó crecer en aquellos años. El resultado fue el artículo "De la Cueva al Parakultural".

DE LA CUEVA AL PARAKULTURAL

LOS 60 : FLORES ENTRE CORCELES Y ACEROS

            El rock nacional comenzó en un bar de una Villa Gesell todavía agreste, sin marcas líderes adornando escaparates, donde Moris, Javier Martínez, Pajarito Zaguri y Pipo Lernoud le pusieron los primeros versos a un disenso existencial que en aquel entonces se llamaba rebeldía. En 1966 eras un rebelde sin causa si contestabas mal, no estudiabas, andabas por ahí con gesto huraño… en fin, si te escapas del molde. “Quedarse en el molde” era una frase muy de moda, igual que “no hagan olas”. Y de pronto, los Beatniks de Moris y Pajarito se apropian del temible mote: Rebelde me llama la gente / rebelde es mi corazón / soy libre y quieren hacerme / esclavo de una tradición.
 Esas dieciocho palabras fundaron el rock nacional, le dieron sentido, cauce, curso. Muy pronto, amparados por la noche interminable que iba de La Cueva de Pueyrredón al bar La Perla de Jujuy y Avenida Rivadavia, el temprano tren de nuestro rock sumó nuevos pasajeros: Miguel Abuelo, Litto Nebbia, Tanguito. Una madrugada, rebotando en los azulejos del baño de La Perla, se escucharon por primera vez unas estrofas emblemáticas: estoy muy solo y triste acá en este mundo de mierda. El decoro de la época transformó el remate en este mundo abandonado, pero la esencia era la misma: una generación empezaba a dejar atrás el lastre de una historia ajena. El tema pedía madera para construir una balsa…¡y naufragar! La idea era sumergirse en un océano nuevo de posibilidades, donde el desafío era escribir vos el libreto de tu vida.  El vozarrón de Javier Martínez lo articularía muy pronto en un gran tema de Manal diciendo: porque hoy nací / hoy, recién hoy, el sol me quemó / y el viento de los vivos me despertó. De repente, si eras joven y pensabas diferente, ya no estabas más solo. El rock nacional era el nexo criollo de una sinfonía de poder juvenil que se tocaba en las calles de Londres, San Francisco, París. La dictadura de Onganía se continuaría en Levingston y luego en Lanusse, pero el rock nacional ya había construido un estado dentro de otro. Por más que te cortasen el pelo a la fuerza “en un coiffeur de seccional”, como decía una letra de Miguel Cantilo, no podían invadirte el espíritu.
            En sus orígenes, el rock nacional fue una música variopinta, adornada con la osadía del que tiene todo para inventar. Almendra metió bandoneones, Arco Iris juntó saxos con bombos legüeros y los primeros Abuelos de la Nada se atrevieron a violonchelos y contracantos. Disueltos los grupos fundacionales, los exAlmendra extendieron las fronteras del rock progresivo en grupos decisivos como Aquelarre, Color Humano, Pescado Rabioso e Invisible. Litto Nebbia, ahora en plan solista, experimentaría con fusiones que lo acercarían al jazz y al folklore. Pappo se daría el gusto, por fin, de poner la piedra fundamental de su trío de blues y los antiguos miembros de Manal serían clave en ese conglomerado de rock formado en torno al cantante y productor Billy Bond: La Pesada del Rock and Roll.  Entretanto, el giro acústico de nuestro rock proponía una mayor atención al mensaje de las letras y el ejemplo más obvio es el álbum Vida, de Sui Generis. Charly García le habla a su público desde un plano de igualdad, con una clara percepción de la crisis de identidad del adolescente y su lucha por afirmarse en un mundo adulto y ajeno. La ambición artística de García y Mestre llevaría el sonido de Sui Generis a un alto nivel de sofisticación musical y de relevancia testimonial en los difíciles años por venir, una tendencia que se continuaría en bandas emblemáticas como La Máquina de Hacer Pájaros y Serú Girán.

LOS ’80 O LA GENERACIÓN DE YO

.           Para el rock nacional, la década del 80 comienza una vez finalizado el conflicto de Malvinas. Esto fue así no sólo porque el rock nacional comenzó a escucharse mucho más en la radio -aunque ya había programas de rock nacional mucho antes de los ’80- sino porque en los dieciocho meses que van desde la rendición de Puerto Argentino en junio de 1982 a las elecciones que recuperan la democracia con la presidencia del Dr.Raúl Alfonsín en diciembre del ’83 hay una verdadera explosión creativa en la Argentina. Se ve en las bellas artes, en la literatura, en el teatro, en el cine y –muy especialmente- en la música. Por todas partes brotan nuevos clubes y locales, como el Ciudadano,  Stud Free Pub, Caras Más Caras y –muy especialmente- el Einstein y el Parakultural, para dar albergue a estas nuevas manifestaciones artísticas.
            El fenómeno no es sólo porteño. En Rosario nace una nueva camada de poetas y músicos que se alinean tras la figura aglutinante del cantante Juan Carlos Baglietto. Son, entre otros, Fito Paez, Jorge Fandermole y Lalo de los Santos. Con una poesía impecable y hasta erudita, traen otra óptica y otros testimonios de esta época de cambios y esperanzas.
Entre nuestros músicos históricos, Luis Alberto Spinetta y Litto Nebbia construyen también sus propios parámetros de la realidad, enfundándolos en las particulares estelas de sus grupos de entonces, Spinetta Jade y las varias permutaciones que adoptaron las bandas del exGatos. Charly García, una vez más, hace punta reflejando la sociedad de su tiempo en una tetralogía incomparable que abarca álbumes como Yendo de la Cama al Living, Clix Modernos, Piano Bar y Parte de la Religión y acaparando buena parte de las presencias masivas en los recitales de los ’80.  Una masividad que también va in crescendo para Sumo y para los Redonditos de Ricota, que al promediar la década habrán dejado atrás el ámbito de los clubes para conquistar el habitat de los estadios cubiertos. Es también una época de desarrollo de las mujeres en el rock, con Celeste Carballo a la cabeza y una nueva camada de chicas que lideran o acompañan bandas, y que incluye a Fabiana Cantilo e Hilda Lizarazu, vinculadas a los Twist e Isabel de Sebastián y Celsa Mel Gowland, encarnando a Metropoli en la segunda mitad de la década.
            También es una era variada en términos estilísticos. Un blues urbano y a flor de piel como el de Memphis La Blusera se abre paso rápidamente, mientras que crece la popularidad del hard rock metalero que Pappo acuña con Riff y el elemento lúdico y poético que Miguel Abuelo desarrolla con la nueva encarnación de Los Abuelos de la Nada -donde hace sus primeros palotes un muy joven Andrés Calamaro- y el rock frontal de Miguel Mateos y Zas, que tendrá un flash de gloria suprema a mediados de la década, cuando su álbum Rockas Vivas supere el medio millón de copias vendidas.
            Pero buena parte de los músicos noveles que surgen en los ’80 no comulga con las metas que habían inspirado a sus hermanos mayores en décadas previas. Las utopías de cambio social habían sido sepultadas en medio de la gran masacre perpetrada por el Proceso militar –a esta altura en sus últimos pasos- pero, incluso en sociedades donde la represión no adquirió la expresión brutal que conocimos en Argentina, la voluntad transformadora de la generación de los llamados “baby boomers” estaba francamente en retirada al despuntar los ’80. Los nuevos jóvenes tienen otras prioridades. Son “The Me Generation”, la generación que se ocupa, primero y por sobre todo, de la primera persona del singular, y sus símbolos hablan por sí mismos: hay una preocupación inédita por la estética del cuerpo (aparecen los alimentos dietéticos, las cirugías correctivas, el auge de los gimnasios) y una seducción por la satisfacción inmediata que provocan drogas euforizantes como la cocaína.
            La expresión del cuerpo es un elemento central de las nuevas canciones y en la actitud que asumen los músicos en sus shows, pero este cambio no se dio de la noche a la mañana. Antes de transformarse en uno de los grandes símbolos de la nueva era, el grupo Virus desató polémicas y provocó rechazos por la forma de bailar y de conducirse en escena de su cantante Federico Moura, un decidido militante de esta nueva estética, como deja bien en claro ya desde el primer hit del grupo,“Wadu wadu”.  El rock desfachatado de Los Violadores, máximos exponentes del punk local, denuncia a la hipocresía criolla que acompañó con su silencio cómplice a la dictadura en las corrosivas estrofas de “Represión”: (Hermosas tierras de amor y paz / hermosas gentes, cordialidad / fútbol, asado y vino / esos son los gustos del pueblo argentino / Represión en la puerta de tu casa / represión en el kiosco de la esquina / represión en la panadería / represión 24 horas al día...) El humor y la sátira también son un vehículo propicio para traer a la superficie los difíciles días vividos. En “Pensé que se trataba de cieguitos”, Pipo Cipolatti y los Twist le daban una nueva vuelta de tuerca a la conocida historia de abuso policial canalizado en una detención sin motivo.
            Otro gran símbolo de la década es Soda Stereo. En su disco debut, de fines de 1984, el trío de Cerati, Zeta y Alberti trazaba todo un mapa de situación del nuevo sistema de valores de los ‘80 con títulos que lo dicen todo: Dietético”, “Mi novia tiene bícepts”, “Afrodisíacos”, “Por qué no puedo ser del Jet Set” y, no por casualidad, “Sobredosis de TV”. La televisión, que los argentinos aprendimos a ver en color desde abril de 1980, es el puntal de una revolución mediática que empieza en los ’80 y alcanza su máxima expresión en nuestros días. Con el arribo de las transmisiones por cable llegó también MTV: ya no bastaba que un grupo sonara bien; ahora también debía tener una imagen comercializadle, porque a partir de los ‘80 la música se vende a través de la pantalla chica. 
            La década del ’80 suele tener mala prensa. Se la acusa de frívola y de vacía de idealismo y sensibilidad. Pero las generalizaciones siempre son groseras: este fue también el período en que la diversidad musical derrumbó las barreras entre géneros y estilos. El rock argentino incorporó los sonidos y la estética del punk y la new wave llegados del mundo anglo y los acomodó a la realidad nacional, como demuestran los casos de Violadores y –ya en las postrimerías del decenio- Attaque 77. Otro tanto ocurrió con el reggae. Su integración sonaba algo forzada en un principio, pero el ritmo jamaiquino terminó fusionándose de un modo natural con los sonidos del rock local. Esa retracción de viejos prejuicios –que años más tarde permitiría también un acercamiento inédito al tango y al folklore- colaboró en mucho para darle al rock argentino la variedad y riqueza expresiva que ostenta hoy, un cuarto de siglo después.

                                                                                                          Alfredo Rosso

domingo, 11 de marzo de 2012

PATTI SMITH Y EL RECUERDO DE "TRAMPIN'"

En 2004, plena época de eclosión de la derecha más recalcitrante que siguió a la invasión de Irak y el apogeo del gobierno de George W. Bush, Patti Smith sacó uno de sus discos más quemantes, un testimonio de su excepcional coraje artístico y su compromiso humanista. En aquellos días me tocó hacer el comentario del álbum para revista La Mano. Es lo que sigue...

Patti Smith. Foto: Frank Stefanko
 
LA ARTISTA PIONERA DEL PUNK NEOYORQUINO PATEA EL TABLERO DEL CONFORMISMO CON UN ALBUM COLOSAL

                                   por Alfredo Rosso

“Nuestro terreno se extiende, desde el corazón de Norteamérica hasta las calles de Baghdad.
Nuestras botas están muy usadas y la mochila que llevamos sobre los hombres
está llena de lágrimas y de grano.
Nos desabrochamos los sacos,
pues la primavera se avecina y el aire está preñado de promesa.
Vamos a esparcir el oro sobre los campos
ya que es primavera, una buena época para vagabundear”.

            Cuando explotó en los 50, el rock dijo “no más”.  Basta de niños crecidos o adultos en miniatura que repetían el molde de papá y mamá en escala.  Basta de slogans de políticos mercenarios.  Elvis movió la pelvis y el mundo hizo plop.  Después Lennon, Dylan y Jagger le dieron su joie de vivre, sus manifiestos y su libido.  Más tarde, Johnny Rotten volvió a cero el contador de bilis para diluir la grasa acumulada; la de la panza y la de las capitales.  Hoy da la impresión que el mundo es ancho y ajeno.  Nadie se atrevería a afirmar, como alguna vez lo hiciera Jim Morrison “ellos tienen los cañones, pero nosotros somos mayoría, cinco a uno...”  Es más ¿quiénes son ellos?, podría preguntar algún lector.
            Patti Smith tiene claro quienes son ellos.  Los nuevos Señores de la Guerra, que cambian petróleo por sangre. Los mismos que se valieron del atentado a las Torres Gemelas para dictar un “acta patriótica” que elimina las garantías constitucionales y criminaliza el disenso en su propia tierra.  “Trampin’ “ significa “vagabundeando” y en este álbum políticamente incorrecto Patti Smith sale a vagar por el país como el folklorista Woody Guthrie, cuando llevaba al ristre una guitarra acústica con la leyenda “esta máquina mata fascistas” e iba de pueblo en pueblo buscando los otros estados unidos, recordándole al hombre común que esa tierra también era su tierra.  Así comienza el disco, con el marchoso folk-blues “Jubilee”, rememorando una instancia bíblica, una fiesta Pentecostal en la que los esclavos eran liberados. De la misma manera el tema resuena con una melodía fresca y una incitación a reclamar el goce liberador del baile colectivo: “Oh, mi tierra / oh, mi bien / gentes no sientan vergüenza / tejamos el nacimiento de la armonía / con los gritos alegres de los niños / manos con manos / bailemos juntos en una ronda de libertad”.
            “Trampin’” resulta intoxicante porque hemos perdido la fe en el poder y la resonancia de las palabras.  Insensibilizados por pantallas catódicas con su pregón de panaceas químicas sin receta y grotescos agrandamientos peneanos, nos cuesta abarcar el desafío implícito en una letra como la del rocker “Stride of the mind”.  Nos desafía a dar
un paso largo con la mente ¡nada menos!, a mudarnos “adonde los sueños crecen / adonde cada persona es una obra de arte / si querés ser considerado / como alguien diferente / si lo deseas de veras / ¡dale de frente!”
            La banda de Patti, la de siempre, la del guitarrista y memorioso periodista de rock Lenny Kaye, el otro guitarrista, Oliver Ray, el baterista Jay Dee Daugherty y el bajista Tony Shanahan siempre se me antojó un grupo competente y ajustado, pero anónimo.  Me costó entender que ésa era precisamente la idea.  Sumar, subrayar, ilustrar, a veces sugerir, otras ampliar.  Sostener el fluir de las estrofas de Patti, hacerle el aguante eléctrico y acústico.  Ampliar el marco, como una calle que se extiende al caminante y tira frondas de árbol, trinos, autos, baches, viento.

Portada de "Trampin'" 
 
            “Trampin’”: contrastes musicales; metáforas siderales.  Temas que orbitan como pequeños planetas... “Jubilee”, la tarantinesca balada “Mother Rose”, “Stride of the mind”, el oscuro fulgor de “Cash”, la calma circular de “Peaceable kingdom.”  En sus cortezas descubro un novedoso sentido de la melodía; un concentrado punch en los riffs y estribillos.  Luego caigo en la fuerza gravitacional de dos mundos paralelos y enormes.  Los nueve minutos de “Ghandi” describen un sueño de Patti donde aparecen dos cruzados de la resistencia pacífica: el patriarca hindú y el ministro negro Martin Luther King.  La Smith no cede a la tentación de hacer una simple oda : la analogía entre sus luchas pacíficas y la necesidad de oponerse a las nuevas tiranías político-mediáticas está implícita en la resonancia de las palabras: jardín sagrado, sueños, lámparas que arden, flores que caen, la naturaleza que llora. Sólo al promediar el crescendo del tema y del relato aparece un clamor en la voz de Patti: “Larga vida a la revolución / y a la rueca / y a un puñado de sal... hombre de dar / únete otra vez a los vivos / despiértate de la red donde has estado durmiendo.../Ghandi Ghandi / despiértate hombrecito / despiértate de tu sueño / y véncelos con las  multitudes.”
            “Radio Baghdad”, el otro gran mundo incandescente de “Trampin’”, contempla la guerra desde el lado de las víctimas pero, más que odio o sed de venganza, la emoción que predomina es desazón y hasta pena por la ceguera del poderoso que arrasa todo a su paso, en su demencia hegemónica.  El lamento por el esplendor perdido de antaño es a la vez una advertencia al vencedor de hoy: todos los imperios, tarde o temprano, caen.  “Ustedes vinieron de occidente / aniquilaron a un pueblo/ pero somos más viejos que ustedes / ustedes quieren robar la cuna de la civilización.../ Nosotros inventamos el cero / el número perfecto / pero no significamos nada para ustedes / Ciudad de estrellas y saber / Ciudad de ideas y de luz / Ciudad de cenizas por la que caminó el gran Califa / sus pies descalzos formaron un círculo y erigieron una ciudad / la perfecta ciudad de Baghdad...”
             “My Blakean year” pasa con la gravedad de un relato Dylaniano tipo “All along the watchtower”.  Hay un conflicto, un misterio que altera la atmósfera, la calma previa a la tempestad.  Patti también conoce los secretos de la “letra preñada”, la que deja flotando una advertencia, una velada amenaza.  En este caso se trata de una esperanza de realización personal con un requisito previo: creer en tu visión, seguirla contra viento y marea, sufrir como sufrió William Blake por la suya: “Preparate para las críticas amargas /porque  ni vida sublime / ni laberinto de riquezas / se revelarán jamás /Las hebras que sostienen la mochila del peregrino / están cosidas en la espalda Blakeana / de modo que tirá tu estúpida capa / y abrazá todo lo que temés / porque la alegría ha de conquistar toda desesperanza / en mi año Blakeano.”  
            “Trampin’” tiene rincones recoletos como el valcesito “Cartwheels”, donde Patti celebra otro tipo de misterio, el de ver crecer a su hija Jesse.  Al espiar ese pasaje a tientas entre niñez y adolescencia, la cantante pondera las alegrías, sinsabores y descubrimientos que le esperan a la muchacha en el camino.  Estos resquicios hacia el ámbito familiar y privado (la balada “Peaceable kingdom” también integra esta liga) ofrecen el contraste justo con el material más extrovertido y militante de “Trampin’”.  Un balance inusual de belleza y potencia.
             “Trampin’” es un álbum de resistencia, pero no es un panfleto.  La  resistencia de Patti Smith pasa por el humanismo, no por la ideología.  Su llamado a la acción no es un llamado a embanderarse, sino a recuperar la dignidad en la vida de todos los días.  La sensación de proporción y de sentido que empezó a perderse cuando dejamos que la maquinaria de la multimedia esparciera sobre nosotros esa sensación de que todo da lo mismo, de que todo en última instancia es entretenimiento, vacuo, inconsecuente.  Si “Trampin’” lucha contra algo, es contra la homogeneidad de la sumisión.
           
           

lunes, 5 de marzo de 2012

EL JIMI HENDRIX BÁSICO

Hace algunos meses, me tocó comentar las fantásticas reediciones que hizo el sello Sony Music de la obra básica de Jimi Hendrix, sumándole a los discos clásicos unos DVD explicativos de cómo se hicieron semejantes discos. Junto con esa serie de álbumes indispensables, Sony también había editado un nuevo álbum de sesiones inéditas de Jimi, "Valleys of Neptune" y su recordado concierto en el festival de Woodstock 1969. Lo que sigue son los comentarios que en aquel momento salieron en el blog de una conocida disquería. Ojalá les sean útiles a quienes quieren comenzar a conocer la discografía del gran músico de Seattle.

 Reediciones Jimi Hendrix

Are You Experienced (CD+DVD)
Axis Bold As Love (CD+DVD)
Electric Ladyland (CD+DVD)
Band of Gypsys (CD)
First Rays of the New Rising Sun (CD+DVD)
Experience Hendrix (CD)
Valleys of Neptune (CD)
Live at Woodstock (2xDVD)

(Todos Sony Music)

            En el 2010 se cumplieron 40 años de la temprana desaparición física de Jimi Hendrix y como suele darse en los aniversarios “redondos”, la fecha coincidió con la reedición de toda su discografía fundamental, realizada con un marco acorde a la enorme importancia del músico que marcó un antes y un después en la historia del rock. Al decir “desaparición física”, pocas veces ese tibio eufemismo para la muerte tuvo tanto de realidad. Porque Hendrix se fue sólo físicamente: es difícil imaginar un músico que siga teniendo semejante vigencia cuatro décadas más tarde. Y lo que lo vuelve especialmente importante es el hecho de que Jimi no sólo revolucionó el concepto de la guitarra eléctrica en el rock, con un estilo único, sino que –además- fue un notable compositor y letrista y un cantante sumamente expresivo. Después de aprender lo fundamental del blues, el soul, el funk y el rhythm and blues tocando como músico de acompañamiento de figuras como Little Richard, the Isley Brothers, Curtis Knight y Ike Turner, entre otros, Hendrix se animó por fin a lanzar su propia banda en la Nueva York de 1966 y allí fue descubierto por el ex bajista de los Animals, Chas Chandler, quien tuvo la suficiente visión como para llevárselo a Inglaterra, ponerle detrás una base rítmica británica (Noel Redding en bajo y Mitch Mitchell en batería) y lo demás es historia: la Jimi Hendrix Experience lanzó sobre el mundo una explosión de imaginación y adrenalina inédita y en apenas dos años, Jimi Hendrix se transformó en una de las figuras capitales en la historia del rock.
            La campaña de reediciones de Sony Music es especialmente atractiva porque los tres discos imprescindibles de Jimi Hendrix con la Experience vienen acompañados –sin un incremento irracional en el precio- por un DVD exquisito donde los protagonistas, incluidos el ingeniero histórico de Hendrix, Eddie Kramer y sus mánagers, cuentan las diferentes vicisitudes y anécdotas que rodearon la grabación de cada uno de esos discos. En el campo del sonido se respeta tanto la remasterización anterior del propio Kramer y de Georgio Marino, así como también los comentarios del libreto que traía la edición previa de Universal, pero se ha agregado un buen número de fotos de época que acrecientan el atractivo de estas reediciones.


            Are You Experienced, editado en 1967, muestra la imaginación compositiva de Hendrix comenzando a levantar vuelo. Por fortuna, los productores de esta reedición tuvieron el buen gusto de respetar el criterio previo en la selección del material, reuniendo en 17 temas las versiones inglesa y estadounidense de este primer álbum, las que originalmente diferían en algunos títulos. Aunque las grabaciones de estudio todavía no le hacían del todo justicia al potencial del grupo, este primer disco nos da una idea cabal del amplio rasgo estilístico de la Experience, del misticismo de “May this be love” y “Third stone from the sun” a la calidez de una canción suave y romántica como “The wind cries Mary”, pasando por el fuego de clásicos como “Purple haze”, “Foxey lady”, “Manic depression” y el propio “Fire”.


            Axis Bold As Love, también del ’67, muestra a una banda que encontró definitivamente su lenguaje musical. Pura magia hecha de psicodelia eléctrica. Aunque el álbum no es conceptual en el sentido clásico de la palabra, uno puede discernir un hilo conductor que recorre canciones deliciosamente articuladas como “Spanish castle magic”, “Little wing”, “Castles made of sand” y la canción que da título al álbum, unidas por letras que combinan el existencialismo joven de la época con estrofas evocativas y ensoñadas. “If 6 was 9” es el grito definitivo de independencia de un joven Hendrix que no quería estar atado a nada y lo expresaba sin pelos en la lengua, a través de una excursión lírico-musical sorprendente.


            Electric Ladyland, editado en 1968, fue el gran disco experimental de la banda. El momento en que Jimi Hendrix decidió llevar su aventura musical y poética un paso más allá. Lo notamos en ese blues cósmico llamado “Voodoo chile” –presente en dos versiones radicalmente diferentes- y en canciones que hablan de la magia, la pasión y la angustia de estar vivos, como “House burning down”, “Burning of the midnight lamp” y la tremenda, definitiva versión de “All along the watchtower”, de Bob Dylan, tan influyente que el propio Dylan, durante muchos años, adoptó el arreglo de Jimi al tocarla.  Pero Electric Ladyland va mucho más lejos, en instrumentación, en arreglos, en solos y efectos de Jimi y su guitarra, y en el amplio aporte de músicos ajenos a la Experience (como Stevie Winwood en teclados, Jack Cassidy en bajo, Chris Wood en flautas y saxos, Dave Mason en guitarra acústica) para ampliar la paleta sonora. En lo que hace a experimentación, quizás el punto más alto se halle en 1983 a merman I should turn to be, una especie de cuento de ciencia ficción oceánico-sideral en el que Hendrix nos lleva, directamente, a otra dimensión.


            Band of Gypsys fue el último disco que salió en vida de Hendrix y muestra un cambio radical en la dirección de la música. Ya disuelta la Experience, Jimi acudió a su viejo compañero del ejército, Billy Cox, para que asumiera el control del bajo, y para la batería incorporó al extrovertido Buddy Miles, que también era compositor y cantante. Con tres músicos de raza negra, Jimi se sumergió en sus raíces: por eso Band of Gypsys –grabado en vivo en la noche de Año Nuevo 1969-70- es una fervorosa celebración de blues, soul, funk y rock. Las letras pueden ser manifiestamente antibélicas, como en “Machine gun”, hablar de los cambios inevitables que trae el vivir (“Them changes”) o reflejar el ansia de un cambio social que expresaba el espíritu de la época (“Power of love”, “Message to love”). En todos los casos nos encontramos con un trío monolítico pero a la vez maleable. Virtuoso y sutil al mismo tiempo. 


            First Rays of the New Rising Sun es también un álbum imprescindible. A pesar de que fue armado “post-mortem”, sus canciones, diversas entre sí, que nos dan una idea de hacia dónde se dirigía la nueva música que Jimi Hendrix imaginaba al momento de su inesperada muerte. Parte del material fue editado en 1971 como The Cry of Love y otras canciones salieron originariamente en la banda sonora del film Rainbow Bridge. En ambos casos se trata de material de primera línea, no de retazos armados para hacer dinero fácil a expensas del ídolo caído. Refuerzan este concepto clásicos como “Freedom” (luego cubierto por el Baker-Gurvitz Army) y la deliciosa balada “Angel”, que –entre otros- grabaron Rod Stewart y Vinegar Joe, la banda donde militaban Elkie Brooks y Robert Palmer, aquel del hit “Doctor doctor”.

            Por su parte, Experience Hendrix es una muy buena recopilación que ofrece una visión global de la carrera de Jimi a través de sus temas más célebres. La única crítica que podría hacérsele es la ausencia de material de Band of Gypsys.
            La actuación de Jimi Hendrix en el festival de Woodstock ya ha entrado en el campo de la leyenda. No fue ni por lejos el mejor de sus recitales: estrenaba una banda nueva que no terminaba de ensamblarse y le tocó en suerte tocar en la mañana del cuarto día del famoso festival, cuando ya quedaba apenas el diez por ciento del medio millón de personas que supo tener en su punto álgido. Sin embargo, la dolida versión mutante del “Star Spangled Banner”, el himno de los Estados Unidos, donde Jimi transforma a su guitarra en un gran alarido de dolor y pasión, convirtió a su actuación en apoteósica. El resto lo hizo la tremenda difusión mundial de la película de Woodstock, que llevó a los ojos ansiosos de los fans de todo el mundo la actuación de Jimi, en una época –pre Internet, pre YouTube, pre giras mundiales- en que no era nada fácil tener acceso a imágenes de tus ídolos rockeros extranjeros. El DVD doble Live In Woodstock no sólo trae la actuación completa de Jimi Hendrix en el festival, sino también todo un disco de extras con –entre otras delicias- reportajes a miembros de la banda, una conferencia de prensa de Jimi brindada pocas semanas después y declaraciones del técnico Eddie Kramer acerca de la grabación del festival.


            Dejé para el final el comentario acerca del “nuevo” álbum de Jimi que acompaña esta campaña de reediciones, Valleys of Neptune. Los que somos fans de Hendrix desde que el guitarrista vivía, nos hemos acostumbrado a todo tipo de reediciones post-mortem de su material, desde álbumes valiosos como el citado First Rays of the New Rising Sun hasta ediciones sin ningún tipo de criterio, motivadas por la codicia de lucrar con el mito. Afortunadamente, Valleys of Neptune es todo un hallazgo: un compendio de grabaciones que abarcan la última etapa de la Experience y los posteriores proyectos musicales que Jimi Hendrix desarrolló en la segunda mitad de 1969. Jimi era un fanático del estudio de grabación y es por eso que aprovechaba al máximo los espacios entre las presentaciones de sus giras para experimentar con nuevo material. Valleys es un disco variopinto, donde encontramos, desde regrabaciones de clásicos como “Fire”, “Stone free”, “Bleeding heart” y “Red house” que muestran a estos temas en una nueva perspectiva, hasta composiciones totalmente inéditas como la que da título al álbum, “Mr. Bad Luck” y “Ships passing through the night” y hasta un cover del clásico de Cream “Sunshine of your love”, que la Experience tocó en repetidas ocasiones, en su última etapa.


            La reposición de la discografía básica de Jimi Hendrix y la aparición de Valleys of Neptune marcan uno de los acontecimientos musicales de los últimos tiempos.